Tierra del Sol
Un viaje en taxi sin aire acondicionado nos traslada a lo desconocido. Frenamos a ver un árbol abuelo de dos mil años, un testigo gigante de historias olvidadas. Los Valles Centrales de Oaxaca nos esperan, como un vientre cósmico listo para gestar una transformación.
Al bajar del auto, siento la energía del lugar: abundante, vibrante, llena de propósito. Como siempre, la vida no escatimó en gastos de producción.
El encuentro con personas de distintas partes de Latinoamérica deja claro que esto es más que un simple retiro. Estamos acá para honrar un pasado que sigue vivo, que nos desafía a redescubrir quiénes somos. Nos recibe un atardecer que sangra en tonos azul y violeta, mientras las estrellas empiezan a hablar en un idioma que mi mente aún no entiende.
De a poco, me voy ablandando. Las tensiones comienzan a disolverse mientras me dejo llevar por la experiencia, vulnerable y abierta a lo que venga.
Primer contacto
Me presento al grupo con la torpeza de quien cruza un umbral desconocido. Observo a mi alrededor, acomodo mis cosas, y preparo mi espacio interior para la primera cena. En Oaxaca, la comida es mucho más que alimento: es un ritual de colores, sabores y cariño que me abre el corazón.
Pero hay algo más. Una ansiedad interior me remueve las tripas, como un temblor íntimo que amenaza con desgarrar mis máscaras. Me pregunto si tendré el coraje de mostrarme tal como soy, sin filtros. ¿Podré romper ese pacto hermético que me ha mantenido oculta e invisible? Siento el peso de las palabras que nunca dije, las historias que aún no compartí.
La alquimia como proceso interno
La alquimia, descubro, no es un método. Es un arte de transformación, donde lo importante no es extraer lo que queremos y descartar lo que no sirve. Sino de dar espacio y asistir para que cada ser pueda avanzar a un estado de quintaesencia.
Ser flexible como una planta, abierta al cambio, dispuesta a redescrubir todo lo que creo saber.
Los principios de la alquimia se revelan como un mapa para el viaje interior:
Abrir sin juzgar.
Separar para entender la fragmentación interna.
Extraer para reunir (sin negar lo que no nos gusta)
Purificar sin excluir (aprovechando incluso los “residuos”)
Reintegrar para que los opuestos depurados se complementen y potencien.
Comprender la alquimia no es dominar técnicas o buscar resultados perfectos, sino descubrir cómo nos relacionamos con el mundo y con nosotros mismos en un camino de autointegración. Cada paso es una invitación a explorar la separación, a reconectar las partes fragmentadas y permitirnos renacer.
El primer día
Me enfrento con un desafío personal: mirar de frente aquello que prefiero evitar, explorar los rincones donde mi voluntad se resiste y el miedo me retiene.
Siento la tensión en mi cuerpo, pero decido aceptar este pacto de apertura que hemos hecho como grupo. Me entrego al proceso, confiando en que nuestra cohesión interna reordenará aquella información que necesita alinearse.
Quiero comprender, desde el cuerpo, que somos parte de una danza cósmica más amplia. Con paciencia y silencio, me abro a lo que es más grande que yo, esperando que se manifieste.
De a poco emergen nuevas preguntas:
¿Cómo acompañar con amor a un ser —yo misma— que está renaciendo?
¿Estoy realmente dispuesta a dejarme transformar por la fuerza de la vida?
Faltan cuatro días. Y esto apenas empieza.
Las obras de arte son del poeta, pintor y místico británico, William Blake. Buscan reflejar la esencia de la alquimia: la transformación del ser. A través de símbolos y figuras que exploran la conexión entre lo terrenal y lo divino. Blake me recuerda que la verdadera transmutación es interior, un viaje constante hacia la expansión de la conciencia y la integración de opuestos.
🎶📀En medio de este viaje, pienso en Flora Vil. Mujer de múltiples universos de experiencias y sonidos. Flora comparte muchas playlists en su perfil de Spotify para acompañar los diferentes estados del alma. Además, con sus fiestas Melancohits, crea puentes entre la intimidad y la celebración, recordándome que toda transformación también puede ser una fiesta de la sensibilidad.